Hora de filosofar: ¿Podemos saber qué es lo bueno?
- Puntos Suspensivos
- 3 nov 2018
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Comenzaremos por definir el concepto de ley, usando la definición de santo Tomás de Aquino: “Es una ordenación de la razón, promulgada para el bien común por quien tiene el cuidado de la comunidad". A partir de esa definición, podemos entender que la ley moral mana directamente de la razón. Es decir, es de carácter universal, ya que supone que lo que, por ejemplo, es moral es México, lo es igual en China.

A esta definición racionalista, hay una larga lista de críticas que se remiten a la Antigua Grecia. La universalidad de las leyes morales fue un asunto muy famoso que ocasionó disputas filosóficas entre Sócrates (como nos lo relata su discípulo Platón en los Diálogos) con los llamados sofistas. Ya que estos últimos defendían que las leyes morales eran subjetivas, fueron precursores del pragmatismo, de la acción practica como finalidad.
Contra estos, Sócrates blandía la preeminencia de la razón por encima de todo, ya que creía que era posible llegar a conocer lo verdadero, lo bello y lo bueno a través del uso de la razón, del apotegma “conócete a ti mismo” y el constante estudio y cultivo de las virtudes. Al menos eso sabemos gracias a Platón, aunque a veces no son claros los límites entre lo que dice Platón y lo que verdaderamente dice Sócrates.
En la historia de la filosofía de Occidente, una de las críticas, si no reciente, más célebre de la moral es la de Nietzsche, quien pone en duda el carácter universal de la moral, al menos tal y como se entiende. Sobre todo, la crítica es hacia el cristianismo. El filósofo hace un audaz señalamiento a lo que parecen ser múltiples valores morales que parecen cambiar constantemente.
Sin embargo, a pesar de los milenios de crítica hacia la idea de una sola ley moral universal, el paso del tiempo parece sólo dar la razón a quienes defienden el carácter universal de lo que la razón puede entender como bueno o como malo. Es interesante el proceso secular a partir de siglo de las luces, que retoma los valores del cristianismo, pero los vuelve accesibles a quienes no comparten la fe cristiana.
Por ejemplo, la creencia de que los humanos estamos hecho a imagen y semejanza de Dios. Teológicamente significa no que tenemos su apariencia, pues Dios no tiene atributos materiales, sino que tenemos un alma inmortal, dotada del potencial para amar y ser libre. En la praxis supone considerar a toda la humanidad como semejantes nuestros, de ahí la dignidad humana. La sociedad secular retoma esta certeza cristiana, únicamente el aspecto de la dignidad humana, la cual está reflejada en los derechos humanos.
Una interesante reflexión resulta de una ponencia escrita por Habermas, “¿Fundamentos prepolíticos del Estado democrático de derecho?”, donde habla de los retos que una sociedad secular enfrenta. En su ponencia expone la conveniencia que resulta que retomar los valores del cristianismo por pura funcionalidad. Sin embargo, el Estado no depende, o no debería depender, de estos fundamentos prepolíticos, sino provocar una solidaridad ciudadana a través de un “patriotismo constitucional”.

Es decir, que los ciudadanos asimilen en todo su significado la constitución en su contexto histórico. La visión de Habermas apunta a que, si fuera posible la “integración constitucional de una sociedad civil mundial”, bastaría el consenso mundial de la indignación y reprobación de las violaciones graves a los derechos humanos.
¿Estamos en camino de abandonar a idea de la existencia de una ley moral absoluta? Los tiempos actuales, que bien pueden ser calificados con el vago adjetivo de “interesantes”, parecen acelerarse a ritmos brutales. Parece ser que es momento de reflexionar, porque se quiso cambiar el mundo muy rápido.
Concluyo esta reflexión con una cita del teólogo y entonces cardenal Joseph Ratzinger, ahora conocido como Benedicto XVI: “La filosofía tiene la responsabilidad de acompañar críticamente el desarrollo de cada ciencia y de analizar de manera crítica conclusiones apresuradas y falsas certezas sobre lo que es el hombre (…) de depurar los resultados científicos del elemento no científico que a menudo se mezcla con ellos”.
Por Hakeem Reddie
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