La identidad...¡En la posmodernidad!
- Puntos Suspensivos
- 26 nov 2018
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La Modernidad, además de un periodo histórico, fue un movimiento cultural cuyo origen se remonta a finales del siglo XIX en Europa ligado a los cambios que trajeron consigo la Revolución industrial y el capitalismo en Occidente. Entre los factores que más influyeron en este proceso cabe mencionar el desarrollo y rápido crecimiento de las sociedades urbanas e industriales modernas y la Primera Guerra Mundial.
Es precisamente con el final de la Primera Guerra Mundial que la Modernidad entra en crisis. A partir de aquí no existe un consenso sobre cuándo acaba exactamente. Algunos teóricos proponen que la Modernidad sigue vigente, aunque la idea más extendida es que este movimiento cultural fue superado a mediados o finales del siglo XX con las sociedades postindustriales y la cultura de la Posmodernidad.
La modernidad se transforma con el paso de productores, integrantes de una sociedad basada en el progreso y la ética del trabajo, a una de consumidores, en la que la propia identidad depende de nuestra capacidad de gasto. Este fue para el recién fallecido sociólogo Zygmunt Bauman el principal cambio del mundo contemporáneo, sobre el que levanta una reflexión que pretende abarcar todos los aspectos de un mundo cambiante, al que la vieja razón no consigue dar alcance.

Aunque hay que aclarar que Bauman utiliza su concepto de modernidad liquida no para definir al periodo de modernidad antes descrito, sino de hecho lo que describe en lo que ocurre luego de la Modernidad, la posmodernidad. En su libro Tiempos líquidos deja claro que una característica fundamental de la modernidad liquida (posmodernidad para propósitos del ensayo) es que las instituciones, las leyes, las relaciones, la cultura misma se subordina a la dinámica del líquido: se desparrama, pues carece de solidez.
Los individuos están inmersos en una realidad social, su desarrollo personal no puede disociarse del intercambio con ella, su personalidad se va forjando en su participación, en las creencias, actitudes, comportamientos de los grupos a los que pertenece. Esa realidad colectiva consiste en un modo de sentir, comprender y actuar en el mundo y en formas de vida compartidas, que se expresan en instituciones, comportamientos regulados; en suma en lo que entendemos por una cultura. El problema de identidad de los pueblos remite a su cultura.
Para los antropólogos, la cultura es, en primer lugar, un todo integrado, una totalidad en la que se encuentran orgánicamente articuladas diferentes dimensiones de la vida social que hacen posible la identificación, la comunicación y la interacción entre los individuos.
Entonces, ¿cómo es la identidad del hombre posmoderno? La globalización impacta en los procesos de identificación de la gente porque pone delante de ella a otros individuos que actúan como modelos para asemejarse o diferenciarse. Es decir que las nuevas sensibilidades y estilo de vida, la crisis de los sentidos, valores y creencias instituidos, el creciente privativo, neonarcisismo y hedonismo, en fin, las transformaciones culturales de la sociedad contemporánea, plantean la acción política cuestiones cruciales que afectan tanto su dimensión ética como institucional, entre ellas, la necesidad de reconstruir las identidades colectivas.
A primera vista, un grupo se manifiesta por el simple hecho de que sus miembros poseen en común unos símbolos, un territorio, una historia, etc. Sin embargo, de cerca, la noción de identidad se vuelve más problemática; de hecho, la identidad connota una esencia, lo cual implica invariabilidad, homogeneidad, permanencia. Ahora, todos saben que las identidades cambian, nacen y desaparecen. Por ello, cuando se produce alguna modificación en la identidad de un pueblo, éste entra en crisis hasta que se vuelven a acomodar las nuevas estructuras, es decir, hasta que los individuos acepten y adopten como propios los nuevos cambios.

Por identidad de un pueblo podemos entender lo que un sujeto se representa cuando se reconoce o reconoce a otra persona como miembro de ese pueblo. Se trata de una representación intersubjetiva, compartida por una mayoría de los miembros de un pueblo, que constituirían un sí mismo colectivo.
Las identidades son diferentes y desiguales, porque sus artífices, las instancias que las construyen, disfrutan de distintas posiciones de poder y legitimidad. Concretamente, las identidades se expresan en un campo de luchas y conflictos en el que prevalecen las líneas de fuerza diseñadas por la lógica de la máquina de la sociedad. La identidad no está dada de antemano: se construyen, sea prenden, evolucionan. No es algo que nace de una vez y para siempre.
Por Hakeem Reddie
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